domingo, 30 de septiembre de 2012

“LA TRADICIÓN RENOVADORA, UNA CORRIENTE EDUCATIVA”

Presenta:   Mtro. Germán Méndez Pérez

Cada vez que se presentan cambios en las formas de realizar cualquier actividad surgen voces a favor y en contra, por un lado se encuentran quienes establecen que todo debe permanecer igual, y por el otro los que aseguran enérgicamente que es necesario renovarse o morir; ambas posturas, radicales por su naturaleza, pretenden implantar un paradigma acerca de la visión que para cada grupo es mejor, el debate radica en argumentar las ventajas y desventajas de ambas posturas.

En términos educativos dicho debate se dio a finales del siglo XIX y principios del XX, en el que se ponían en tela de juicio las prácticas educativas tradicionalistas, hasta ese entonces aceptadas como válidas, en las cuales la educación era vista como una forma de preparar al niño para el futuro y como una manera de hacer de un niño imperfecto un hombre modelo para la sociedad que lo moldea.

Es en este contexto que surge una corriente que considera importante tomar en cuenta la evolución infantil como parte del proceso educativo y que “la educación debe orientarse no al futuro, sino al presente, garantizando al niño la posibilidad de vivir su infancia”[1] felizmente, es decir que la escuela no debe preparar a los niños para un futuro que aún no llega, sino para que afronten un presente de la mejor manera posible en el que puedan desarrollar sus propias búsquedas con entera libertad.

La idea de tomar en cuenta al desarrollo infantil nos da un panorama claro del cambio tan drástico e importante que planteaba esta nueva visión educativa, pues le daba un valor propio a la niñez como parte de un proceso de construcción en sí misma y le asignaba a la escuela un reto por demás difícil, mejorar el presente educativo de los niños, con la finalidad de hacer un ambiente propicio para el desenvolvimiento intelectual de los estudiantes encaminado al desarrollo de las facultades propias de la naturaleza de la infancia.

Esta corriente denominada escuela nueva, plantea que el niño es el principal protagonista del proceso de aprendizaje y que el maestro debe tener un papel totalmente distinto al que había tenido hasta entonces y pasar de una figura de autoridad represiva, a un guía que facilita a los niños el camino de su aprendizaje. Estos maestros entusiastas que proponían la idea de considerar al alumno como eje sobre el cual las actividades de aprendizaje deben girar, se enfrentaron a un cambio radical en sus prácticas pedagógicas y tuvieron la necesidad de ser acompañantes educativos de sus alumnos.

Así esta corriente sienta las bases para la renovación total y drástica de la imagen del maestro y plantea la posibilidad de fomentar la independencia de los alumnos, tanto del maestro como de los contenidos seleccionados por una sociedad indiferente ante las necesidades de los niños y carentes sentido para las jóvenes mentes en proceso de formación.

Otro aspecto relevante que la escuela nueva proponía era la idea del trabajo colaborativo y planteaba la posibilidad de que los alumnos realizaran actividades de aprendizaje de forma colectiva con la finalidad de fomentar las relaciones interpersonales, situación que traía como consecuencia el autogobierno infantil, la enseñanza de la democracia y de la solidaridad. Según lo anterior las practicas pedagógicas de la escuela nueva permitían a los estudiantes aprender por medio de las relaciones e interacciones sociales entre ellos y además facilitaba el descubrimiento de valores universales de convivencia que eran producto tanto de las actividades como de su propia naturaleza.

Esta nueva forma de abordar la enseñanza exigía una renovación en los contenidos, los que eran buscados por los educadores fuera de las aulas, en contacto directo con el mundo que les rodea, para esto las experiencias cotidianas de la vida eran consideradas como la mejor herramienta para despertar el interés del alumno por conocer su mundo.

El cambio principal que proponía la escuela nueva era la forma de abordar los contenidos, pasando de la transmisión tradicional a colocarlos directamente y a disposición de los alumnos mediante experiencias cotidianas de la vida que fueran interesantes para ellos, así se tiene que para que exista un aprendizaje efectivo debe tenerse en cuenta la necesidad o interés del estudiante, el cual deberá será considerado como el punto de partida para toda educación efectiva.

Pero dichos cambios en la forma de ver a la educación no surgieron de la noche a la mañana, hubo la necesidad de que un gran número de visionarios educativos se dieran a la tarea de investigar sobre el tema y comprobaran sus hipótesis mediante la implementación de actividades didácticas experimentales que dieron origen a prácticas pedagógicas hoy reconocidas.

Uno de esos primeros precursores fue J.J. Rousseau, quien con su obra el Emilio abre el camino formal de la investigación educativa en el ámbito del descubrimiento del niño, Rousseau fue el primero en establecer y definir algunas de las etapas por las que atraviesa la infancia y en concluir que el niño existe como un ser distinto del adulto y que, por lo tanto debe ser tratado de forma distinta. Este autor fue el primero en afirmar que la sociedad desconoce al niño que pretende educar y que en su afán de enseñarle lo que considera que está bien, termina por  difundir ideas incomprensibles para la mente infantil; asegura que hablarle al estudiante sobre el futuro, sobre la felicidad que le espera, no tiene ningún significado para él.

Además de lo anterior, también estableció que la sociedad debe conocer la naturaleza del niño para poder educarlo y que las situaciones vivenciales son más enriquecedoras que las cátedras orales tradicionalmente aceptadas incluso se atreve a asegurar que “las lecciones que los escolares aprenden entre sí en los patios de los colegios son cien veces más útiles que todas las se enseñan en clase”[2].
Así planteaba la posibilidad de que la escuela no tenía un impacto real en la formación de los niños, incluso que alejaba al niño de su propia naturaleza, de su esencia, es decir de su forma natural de percibir el mundo. Es precisamente en el campo de las percepciones en donde Rousseau se adelanta a su época al afirmar que, es a través de los sentidos que el niño aprende, que son las sensaciones las primeras fuentes del conocimiento del mundo, las cuales con el paso del  tiempo el niño las va convirtiendo en ideas.

Lo anterior trae a colación la idea de que la enseñanza se debe basar en la observación y en la experimentación, en las que el niño perciba el mundo que le rodea por sí mismo y formule su conocimiento en base a esa percepción, situación totalmente opuesta a las prácticas educativas tradicionales, en las que el lenguaje oral y escrito se convertía en el único modo de enseñar, dicho lenguaje afirma Rousseau, es incomprensible para el niño y sirve solamente para manipularle.

Es precisamente esa manipulación la que hace que las personas que se dedican a enseñar no estén preparadas para hacerlo, afirma Rousseau, ya que al ser producto de un sistema de aprendizaje deficiente no pueden ofertar un servicio que promueva el desarrollo de las facultades infantiles, de esta manera propone que la educación parta del interés, que debe responder a la curiosidad y las necesidades del niño que se pretende educar.

En términos generales para Rousseau, la educación es un procedimiento por medio del cual se le da al individuo todo lo que no tiene al nacer y que necesita para la vida, que debe centrarse más en el niño que en el adulto, que debe estimular el deseo por aprender, que debe propiciar darle al alumno el conocimiento apropiado en el momento apropiado, que debe tomar en cuenta la libertad e independencia para el aprendizaje, que es indispensable que se suprima la figura de autoridad por la razón, y que debe propiciar la vivencia de los valores morales en el momento justo en que el niño los necesite.

Otro de los autores que fue importante para la consolidación de la escuela nueva como corriente educativa fue A. Ferriere, él se percató a principios del siglo XX que la escuela presentaba serias fallas en el tipo de individuo que estaba entregando a la sociedad, pues afirmaba que las instituciones educativas eran las culpables de la guerra entre las naciones. En éste sentido aseguraba que la escuela mataba las almas de los estudiantes y que les aniquilaba el espíritu.

Ferreire propuso entonces una transformación en la escuela que llevara a las prácticas pedagógicas a adoptar el método científico, que se preocupara por construir teoría en base a experiencias prácticas, dicha percepción estaba muy lejos de las técnicas usadas en las escuelas tradicionales que se preocupaban muy poco por los intereses del grupo de alumnos que atendía, pues los métodos que usaban eran autoritarios e impositivos, concluye entonces que la escuela tradicional recurre a la razón con alumnos que no son capaces de usarla.

Este autor también ve con malos ojos la fragmentación del conocimiento en asignaturas, pues considera que es excesivo trabajar con varios temas durante el día, de igual manera el establecimiento de horarios, métodos coercitivos y exámenes destructores de toda individualidad afectan el desarrollo intelectual del estudiante a tal grado que llegan a desvincularse de la propia experiencia de aprender.

Vista por este autor, la escuela nueva es una escuela activa en la que se deben respetar las necesidades físicas y psíquicas de los niños, fomentando una educación a través de la libertad y para la libertad, en la que el interés del niño sea la condición fundamental para que la realización del trabajo intelectual sea productivo. En suma el gran aporte de este autor consiste en afirmar que “al niño se le debe colocar en presencia no de ideas abstractas, sino de hechos concretos; su razón debe ser despertada por el contacto asiduo con la realidad; se le debe hacer accionar y reaccionar”[3], incluso en el ámbito de la moral, en el cual no se le debe imponer, sino que por sus experiencias de vida sienta la necesidad del orden y del bien.
Otro autor que hace una aportación importante a ésta nueva forma de percibir a la educación es Jean Piaget, quien desde el campo de la psicología establece una crítica a las instituciones educativas y específicamente a la pedagogía empleada en las escuelas tradicionales; él establece que existe una inmadurez en las practicas pedagógicas debido a la falta de consideración de la evolución del niño desde el punto de vista biológico y que los que realizan investigación en dicho campo, lo hacen desde una perspectiva no científica.

Piaget asegura que todo problema pedagógico que se quiera analizar implica el manejo de problemas de psicología evolutiva, es decir, que debe haber un vínculo estrecho entre la pedagogía experimental y la psicología, sobre todo por aquella que implique el conocimiento de la evolución infantil, del desarrollo humano entendido como “una progresiva equilibración, un perpetuo pasar de un estado de menor equilibrio a un estado de equilibrio superior”[4].

La educación debe por tanto ofertar a los alumnos situaciones de aprendizaje que sean acordes con los intereses y necesidades de cada etapa evolutiva del niño y que lo importante es que se consiga en los educandos una adaptación moral e intelectual tanto al interior de los salones de clase como fuera de ellos, con la firme convicción de que para lograrlo deben existir maestros de calidad que animen construyendo situaciones de aprendizaje que sienten las bases para luchar con los obstáculos que se les presenten en su labor cotidiana.

En este sentido no basta con enseñar a los alumnos cosas que tengan que ver con operaciones mecánicas y rutinarias, sino que la pedagogía debe poner en acción la posibilidad de no estropear ninguna de las facultades que el niño posee y de las cuales la sociedad tendrá la fortuna de aprovechar, todo con la única finalidad de garantizar el pleno desarrollo intelectual y de la personalidad del individuo conservando siempre el desenvolvimiento de las funciones mentales y la adaptación a la vida social.
Uno de los investigadores que también realizó aportaciones sustanciales al movimiento renovador fue Celestin Freinet, quien inicia el concepto de escuela moderna, y afirma que el fracaso de la institución escolar es debido a la sociedad capitalista, pues la escuela que se encuentra inmersa en dicho sistema económico, no da educación realmente, sino que instruye a los niños a ser parte del régimen establecido, cuyo único fin es el fomento de la “sed de poseer y al deseo por de dominar por la fuerza”[5].

Para Freinet la escuela debe ser una escuela viva continuadora de la vida familiar, debe ser por consecuencia dinámica en sus prácticas y poner al niño en movimiento con el único fin de que descubra sus capacidades por medio de la acción decidida y firme a favor de la corriente de vida del estudiante; y es precisamente el estudiante alrededor del cual debe girar la pedagogía, debe centrarse en el niño para educarlo con arreglo a sus posibilidades y a su dinamismo.   

Lo importante para este autor es que el estudiante se percate del valor y sentido de la necesidad de darle importancia a la parte social que lleva consigo, preocupándose menos por la carga de conocimientos y contenidos y más por el proceso de asimilación e integración de los mismos, que al final sirven de punto de partida para considerar el interés general de la clase para evitar el aburrimiento.

Uno de los principios básicos de la escuela moderna que propone Freinet, es la educación por el trabajo de la cual emanará la cultura como consecuencia de las actividades que el niño realiza, pero dicho trabajo académico debe ser visto como una dualidad entre trabajo-juego, el cual tiene la ventaja de satisfacer los principales requerimientos humanos e implica una organización ordenada acorde con las exigencias de una educación práctica y comunitaria. En este sentido, el papel del maestro juega un papel preponderante, ya que la figura docente deja de ser el centro de la escuela y se convierte en auxiliar, catalizador y ayudante que colabora con el niño en la creación de ambientes que hagan posibles el aprendizaje de manera colaborativa.
Finalmente H. Wallon con su visión concreta y genética del niño, nos muestra que el desarrollo de la conducta individual se ve posibilitado y limitado por tres condiciones: la fisiológica, la psicológica y la social, esta última condicionante es producto de la afirmación de que el niño y su medio son inseparables y que pretender desmenuzar a una del otro es querer separar lo inseparable. Así se establece que “el entorno más importante para la formación de la personalidad no es el entorno físico, sino el entorno social”[6], en consecuencia el individuo es esencialmente social.

La socialización del individuo se lleva a cabo principalmente en la escuela y esta a su vez se convierte en la conductora de todas las acciones en la vida del niño, pues explicado en palabras de Palacios parafraseando a Wallon:

“La entrada en la escuela supone, para la vida del niño, un hecho de una importancia social considerable… la escuela es toda la vida del niño. Una vez que el niño se convierte en alumno, la escuela moldea toda su vida: los horarios de levantarse y acostarse, las horas de las comidas, sus intereses, su espontaneidad, sus pensamientos y sentimientos. La escuela absorbe a todos los niños y los introduce en un medio que es extraño pero al que deben dedicar todo lo que son”[7]

Como puede verse la escuela llega a convertirse en el único fin para la vida de los niños, y es la que sin lugar a dudas puede por sí misma facilitar u obstaculizar el proceso de desarrollo intelectual de los alumno. En este orden de ideas la formación del maestro es pieza clave y debe incluir un amplio conocimiento de temas psicológicos y una actitud experimental que les permita sacar lecciones de las experiencias pedagógicas que ellos mismos realicen.



[1] PALACIOS, Jesus, “La cuestión escolar, críticas y alternativas” Ed. Coyoacán, México, 1988, p.p. 30
[2] LECERCLE, J. L. “Emilio en la historia”, en PALACIOS, Jesus, “La cuestión escolar, críticas y alternativas” Ed. Coyoacán, México, 1988, p.p. 42
[3] PALACIOS, Jesus, “La cuestión escolar, críticas y alternativas” Ed. Coyoacán, México, 1988, p.p. 64
[4] PIAGET, Jean, “Seis estudios de psicología”, en PALACIOS, Jesus, “La cuestión escolar, críticas y alternativas” Ed. Coyoacán, México, 1988, p.p. 70
[5] FREINET, Celestin, “Vers l’école du prolétariat..” en PALACIOS, Jesus, “La cuestión escolar, críticas y alternativas” Ed. Coyoacán, México, 1988, p.p. 90
[6] PALACIOS, Jesus, “La cuestión escolar, críticas y alternativas” Ed. Coyoacán, México, 1988, p.p. 129
[7] Idem, p.p. 140

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